lunes, 25 de octubre de 2010

La biblioteca

Ayer pasé todo el día en la biblioteca Vasconcelos. Sentada en una silla ergonómica bastante cómoda, hacía traducciones de latín sobre una mesita de madera que, por la escasez de visitantes, era toda para mí. Extendí todos los cuadernos y libros que traía y sin darme cuenta ocupé la mitad de la larga mesa. Comenzó a hacer frío; entraba mucho viento de uno de los balcones y, aunque al principio era un viento refrescante, empezó a molestarme. Hace poco descubrí que la parte menos fría y solitaria de la biblioteca es el último piso. Me cambié de lugar; ya arriba, calientita, terminé mis traducciones. Me faltaban aún muchas cosas pero tenía bastante hambre y tuve que salir a comer dos bollitos con jamón y queso que preparé en casa. Afuera el sol menguaba, el viento soplaba y la gente seguía entrando a la biblioteca (no a caudales, eso está claro). Sentada bajo un árbol en lo que pretendía ser una fuente observé familias completas entrar con sus hijos felices a la biblioteca. Los niños saltaban y jugaban, se emocionaban con unos chicos que jugaban con una pelotita decorada con plumas. Estaban ahí porque vendían las pelotitas y su método publicitario les funcionaba muy bien. Por lo menos cinco personas les compraron una pelotita en los 30 min. que estuve ahí. Observaba y pensaba. Estuve muy tranquila y fresca, me sentí feliz. Pensé que quería dibujar eso... el patio de la biblioteca, los árboles, los juegos, los niños, la tranquilidad... lo que sentía. Lo haré algún día.
Regresé adentro y terminé mi trabajo. Salí a las 7 pm, tenía hambre y la boca muy seca, pero conservaba la sensación de que todo ese día había sido perfecto... :)

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