miércoles, 19 de octubre de 2011

A Nadie

Que bien se siente percatarme de que hemos crecido tanto, de que los cambios no fueron en vano; que bien se siente percatarme de que no hemos terminado de crecer, de que la vida nos reserva mucho por superar, mucho por escuchar, mucho por amar. Desde aquí, en donde quiera que estés, hoy te amo.

miércoles, 25 de mayo de 2011

El final

Ha llegado el final. Apenas logro vislumbrar que ya está aquí, que es inminente, inevitable, aplastante. Es hora de un cambio, de muchos cambios, la gran parte de ellos, dolorosos. Estoy a punto de emprender un proyecto en aras de lograr esos cambios tan necesarios. Sin embargo, aún mi alma se resiste a dejar esta página; y de eso me doy cuenta simplemente porque apenas se me está moviendo el piso, pero todavía no sufro en verdad lo que sigue. No me malinterpreten, con "sufrir" no quiero decir que el cambio sea malo, pero sé bien que me va a doler mucho. Sola, es la única manera de que salga lo mejor o lo peor de mí; cualquiera de las dos cosas está bien, el punto es conocerme, hacerme conciente de eso que he sido pero que no me he tomado el tiempo de conceptualizar internamente. Ser responsable, cerrar mi ciclo, eso es lo que quiero. Debo mudarme, borrar las marcas que deben ser borradas. Algunas las conservaré, de otras no me podré deshacer aunque quiera.

jueves, 14 de abril de 2011

Quiero amar tus ojos brillantes... tu mirada que me dice tantas cosas; quiero amar tus labios que se mojan con frecuencia, tu sonrisa, tu frenética risa.
Quiero amar tus manos que furtivamente tocan la palma de mi mano, buscando mi caricia; quiero amar tus piernas que se aferran a mi cuerpo, tus brazos que me estrechan cuando quieren. Quiero amar tu silencio, tus lágrimas, tu tristeza... tus lágrimas rodando en tus mejillas y tus labios. Quiero amar tu cama, espacio divino, sureal. Quiero amar tu locura, quiero amarte con locura, quiero que seas todo.

lunes, 4 de abril de 2011

Aspera aequora

No pude soportar más el ambiente mundano de ese centro comercial de los sueños; ahí estaban todos, ahí había humanos, ahí estaba mi cuerpo. Así que quise que la Nada me llevara en su seno. Encontré a la Nada abriendome un espacio en la cima de unas escaleras eléctricas. Supe que era hora de empezar a volar. Me lancé planeando sobre las escaleras hasta que salí; el espacio que la Nada me había abierto se cerró detrás de mí y volé horas y horas sobre el llano del mar. Un mar agitado y de un azul casi negro. Había montañas por todas partes; entraba y salía de los intersticios que formaban las montañas, sentía la brisa de cada ola furiosa mojando mi cara, mi cuerpo, mis brazos que se esforzaban por no dejarme caer. Estaba extasiada, estaba en un lugar que no era la Nada, eso lo sé... quizá un arcano lugar donde todavía podía escuchar la voz de lo divino. Me hablaba la Muerte... me decía que pronto llegaría a mi primer parada, un lugar para descansar, donde estaría a salvo. Entré a un valle que se formaba entre dos montañas enormes. Estaba lleno de agua, como todo, pero era agua calma, como la de un lago. Había varias chozillas que sobresalían del agua. La Muerte, en una revelación oracular, me dijo que tenía que buscar a la mujer más vieja del lugar y suplicar hospitalidad. Encontré a la anciana decrépita, flaca y descalza en el umbral de la choza más pobre. Pude ver que daba órdenes al resto de la los habitantes con una voz ronca, pero casi inaudible; eran sus ojos saltones los que hablaban por ella, sus ojos que tenían más vida que los del resto de la gente. Me postré sobre sus pies, abrazando sus rodillas, pidiéndole que me permitiera quedarme una noche. Fueron varios segundos los que permanecí así postrada, sintiendo el lodo frío y húmedo en mis rodillas y mis pies. De un momento a otro la anciana me jaló del brazo y me levantó; me dijo que fuera a descansar en una de las habitaciones de la choza. Caminé descalza en el lodo, hacia la habitación a la que me había enviado... un poco antes de entrar a un patiecillo giré para ver una última vez a la anciana. Ya no estaba ella, pero pude ver a un sacerdote andrógino que llevaba el producto de la pesca del día y se disponía a celebrar una ceremonia de expiación. Seguí mi camino, entré al patiecillo que comunicaba con varias puertas. Una de ellas era la habitación que me habían asignado. Entré. Lo único fuerte que había en esas chozas hechas de un material parecido al adobe eran sus puertas adamantinas que dejaban entrar un poco de luz por su estrecha rejilla. Dos hombres yacían en el suelo, estaban dormidos, supuse que eran también viajeros. Momentos después vi a los seis felinos que me miraban con la cara de quien se dispone a cazar. -No puedo dormir aquí- me dije, y retrocedí sin éxito, pues la puerta estaba ya cerrada. Muerte me dijo que era tiempo de sacar mi única arma: un pequeño cuchillo que llevaba entre mis ropas mojadas. Así comenzó mi duelo con los felinos; estaban furiosos, y yo no sabía bien qué hacer en un espacio tan reducido. Comencé a tirar golpes con mi cuchillo mientras saltaba por las paredes y el techo, tratando de que no me alcanzaran. Ellos se abalanzaban sobre mí con garras y dientes. Hundí mi cuchillo en el lomo de uno y lo retorcí con fuerza para abrir lo suficiente como para que se desangrara. Al segundo se lo hundí en un ojo y al tercero de nuevo en el lomo. Esos tres cayeron muertos después de unos momentos. Los otros tres... ya no lo recuerdo... creo que Muerte se ha llevado mi inecesaria memoria.

viernes, 11 de marzo de 2011

Non plus ultra

¿Por qué los médicos son el non plus ultra de la sociedad? ¿Es acaso porque visten de blanco, el color de la pulcritud y la pureza? ¿o será porque la gente piensa que son como Jesús, salvadores invictos, milagrosos y veloces de todo individuo responsable o no, digno o indigno, corrupto o íntegro?

lunes, 28 de febrero de 2011

Comadrejas

Hoy amanecí con muchas ganas de un caramelo de fresa cubierto con chocolate amargo, unos tacos orientales con mucha salsa, agua de horchata lechosita y fresca, caminata larga larga, risas secretas, ecos inexistentes a mi alrededor, cine cursi con gomitas de frutas, entrada a cualquier edificio del centro con mi credencial de estudiante y mi amada soledad a la que ya extraño... ya voy contigo, esperame un poco más.

lunes, 21 de febrero de 2011

Luna, amico Lupo.

De pronto me encontré en una situación vergonzosa. Te extrañé por la tarde, toda la tarde; extrañé jugar contigo, caminar en silencio, caminar riendo, extrañé las explicaciones que profieres en tono docto y paternal, tus ojos sonrientes, tus ojos profundos, tu sutil manera de extrañarme y no mostrarlo, tu sutil manera de no extrañarme y no mostrarlo. Qué decir, extrañé todo, todo de ti, todo a ti, y una nostalgia se internó en mi corazón, una nostalgia que ya no desea llevar el tiempo atrás. Eres nocturno, eso lo sé, por eso no reparé en llamarte. Quizá lo arruiné, arruiné tu sueño, y me avergoncé por eso, colgué como adolescente que llama a un desconocido al que ama en secreto. Lo siento, también sé que los teléfonos no te gustan, y tanta razón tienes; quizá mi llamada inicial te había llegado en forma de sueño, quizá sólo el buen deseo de que estuvieras bien, pero lo arruiné con la segunda llamada. Te quiero, lo sabes. Dulces sueños, amigo lobo.

viernes, 28 de enero de 2011

Encontrarte

Estoy buscándote. No me importa nada más. Me aventuro a los lugares más bajos, a las mentiras más falsas sólo porque estoy buscándote. Me interno en los lugares más extraños, de esos lugares que están al revés en la lógica, porque sé que tú no estás en un lugar que tenga lógica. En realidad no tengo idea de dónde puedas estar, sólo hago suposiciones. Te busco tranquila, te busco despacio y, sin embargo, no se puede decir que la vida pase y mientras yo te busque... más bien, en mi vida, lo único que hago es buscarte, lo demás, son accesorios. Ya estando completamente sola, desligada de familia y amigos, desligada de todo excepto de mí, reviso ese lugar. Las aulas son grandes y están llenas de gente, pero tú no estás ahí; lo sé desde que entro, porque no te busco con el cuerpo, te busco con el alma, con algo más profundo que el alma y, mala suerte, no te siento. Entra un hombre al aula y pide a todos que se tomen de las manos. Nos hace preguntas cuya relevancia no encuentro, así que me escabullo hacia una puerta y me escondo en otra habitación. Ahí había un cocinero sin comida. -¿y por qué no tienes comida?-, -sí la tengo- me dice él, -sólo que no la puedes ver, es invisible-. Qué extraño... si su comida es invisible él debería serlo también, porque un cocinero no es cocinero si no cocina. -Pero sí soy invisible- y se desvanece frente a mí. Ahora también tengo que salir de aquí, estoy detrás del aula donde me buscan, espero a que todos se vayan para irme yo también. Salgo por una pequeña puertita. Afuera veo a una señora de intendencia limpiando; me alarmo, me mira y se avalancha hacia mí para detenerme, yo me defiendo, la tiro al piso, quiero salir corriendo, pero no me deja; ya tirada, me coge de los tobillos, así que me volteo, la tomo del cabello, levanto su cara y le propino tres golpes no muy fuertes en la cara, ella sigue luchando, y mientras la sigo golpeando veo, extrañada, a su hija adolescente sentada en una silla, leyendo, con mirada fría, como si su madre no le interesara. Me entristesco al ver eso, pero deseo seguirte buscando, así que por última vez la azoto en el piso y veo cómo la sangre salta de su rostro y cae al suelo. La dejo tirada y corro por un pasillo largo que llega hasta la salida. Al salir me doy cuenta del bullicio que se está armando adentro, prefiero huir, sé que no estás ahí, y deseo seguirte buscando. Camino por la calle, esa calle donde se percibe un aroma a urbanidad pura; reparaciones en el pavimento hacen que la gente camine muy cerca de los autos, sólo separados por una malla. Hay mucha gente es sus autos, mucha gente caminando y yo... simplemente estoy sola. No sé dónde puedes estar, no sé nada de tí. Sé bien que no me conoces, ni yo a tí, lo único que sabemos el uno del otro, la una de la otra, es que estamos en algún lugar, y que el destino juega con nosotros, dejándonos leves pistas, (en el rocío, siento tu aroma), para poder encontrarnos.

Dedicada a tí, aunque sé que nunca lo verás, no por el contenido, sino porque aún te recuerdo.